Ni su intimidante cabeza, ni esa mirada vacía. Tampoco los afilados dientes ni su estremecedora mandíbula. Esa sensación constante de incertidumbre es lo que más nos aterra.
En «Tiburón» nos perturba tanto el monstruo como la sugerencia. La posibilidad por remota que sea. El como, cuando y porqué. Esa silenciosa amenaza tan arbitraria.
Ocurrió décadas atrás en Amity Island
El sol golpea fuerte y en la orilla los niños juegan ante las miradas confiadas de sus padres. Es verano en Amity Island y sus playas rebosan felicidad masificada. El turismo es vida, pensaría cualquier comerciante. Bajo el agua, decenas no, cientos de piernas se confunden entre la arena. Todo se vuelve borroso y dos tonos, breves pero directos suenan, nos amenazan. La primera advertencia.
Fuera, Alex ya está cansado de jugar en la arena. Hace mucho calor y se mete en el agua.
Entre la multitud, solo Martin el policía lo sabe. No cree ni en el informe forense ni en la versión del alcalde. Desconfía, vigila y conversa. Y entre tanto, los dos tonos suenan de nuevo. La presencia. Sus ojos son los nuestros y no habrá tercera advertencia. A lo lejos alguien se zambulle, salpica y desaparece. Todo se tiñe de rojo sangre y el pánico se hace fuerte. Mientras, adultos y niños corren, se pisan, se mueven por inercia.
Nadie entiende nada y entre tanta confusión una madre. Pregunta por su hijo. ‘¿Alguien ha visto a Alex? ‘. Tenía tan solo 10 años.

Todo el terror de «Tiburón» concentrado en una escena y el devora hombres ni aparece. Tampoco le hace falta. Como Norman Bates en la ducha o el padre Karras bajando del taxi, la magia del climax nos la presenta su música. El gran recurso del suspense y la esencia de la película. Una de las más grandes y reconocibles es esta, la compuesta por el premiado John Williams. Con ella el depredador de Spielberg cobra vida.
50 años de «Tiburón»
Dicen que la sensación de miedo es la más antigua de las emociones y que, gracias a ella seguimos vivos como especie. A su puerta, a la de ese miedo primitivo, es donde llamó el joven director. Dispuesto a sacudirnos por dentro, Steven Spielberg optó por despertarla y junto a ella, incontrolado nuestro instinto de supervivencia.
Era 1975 y el resultado trascendió la gran pantalla. Más de 400 millones en beneficios, los mayores hasta ese momento, una importante campaña publicitaria y su estreno en medio planeta, anticipaban lo que hoy es el cine moderno. Ahora, este mes de junio «Tiburón» cumple 50 años y se mantiene igual de joven. Su imagen sigue alimentando nuestros miedos y desde entonces en verano, el eco de sus notas minimalistas, se repite en nuestra cabeza. Como si quisiera advertirnos del peligro. Cuidado, algo se esconde más allá de la orilla.
En España llegó 6 meses tarde, en diciembre del 75 . Nos pilló con el cuerpo del dictador aún caliente y brindando con cava pero en silencio, por si se le ocurría resucitar. Entre el ‘¡Españoles, Franco ha muerto!’ , el cine ‘destape’ y «Jesucristo Superstar», las salas nos presentaron un nuevo monstruo. El próximo fenómeno social. Y el siguiente verano todo iba a cambiar.
Un fenómeno social
El concepto de sol y playa jamas volvió a ser igual. Capaz de influir en nuestros hábitos y costumbres, un inofensivo baño en el mar, podía suponer una muerte horrible. Las peligrosas aguas de Benidorm, antes destino patrio de vacaciones, ahora se llenaban de sombras, roces y figuras extrañas. Y poco importaba no ver un tiburón, bastaba con gritar que lo habías visto. Aquel verano se sembró la duda, la voces corrieron y se construyeron nuevos mitos y leyendas. Para todo lo demás, pánico e ignorancia.
La ignorancia, la misma que trabaja como motor del miedo, también nos empuja a reaccionar frente a él. Así que, ajeno a la estupidez humana, el escualo se convirtió en nuestro enemigo número 1. Solo una película, 120 min de ficción y al otro lado del charco miles de estadounidenses salieron al mar. Barcos, yates y barcazas, todo valía. Sádicos buscando tiburones blancos. Meses después, su población descendió hasta la mitad y en algunas zonas casi llegaron a desaparecer.
«Sabiendo lo que sé hoy, es posible que no hubiera escrito el libro», así se lamentaba Peter Benchley, autor de «Jaws», la novela. Sin embargo, en Hollywood aquel estado de psicosis colectiva evidenciaba el triunfo del cine. Su capacidad para influir en la gente era económicamente atractiva. Con sus grandes leyendas, John Ford, Mankiewicz o Hitchcock, apagándose, era el momento de apostar por otra generación y un nuevo entretenimiento. Así, Steven Spielbergh marcó el camino a seguir en la industria. Acababa de nacer el primero de muchos blockbusters.
Inseguro, vulnerable e irracional.
Inseguro en un entorno vulnerable y ante un peligro irracional. Un país construido sobre millones de cadáveres y que siempre está en alerta. Para describir la naturaleza estadounidense es necesario hablar del miedo y la violencia, y si de miedo hablamos, Steven Spielberg siempre ha sabido jugar con él. Hacer de lo cotidiano y familiar una experiencia terrorífica.
Peligros arbitrarios e irracionales, desconocidos e incontrolables. Siempre en tensión. Un accidente que lo cambia todo, un psicópata que te vigila, una catástrofe natural o un fenómeno extraño. En este caso, una criatura de 6 metros de largo acechando desde la profundidad. Si en «El diablo sobre ruedas» (1972), un viaje normal por carretera se transformaba en pesadilla, con «Tiburón» el plácido sábado de sol y playa anticipa la tormenta.
Imágenes que nos sumergen bajo el mar, a media altura y con la cámara en paralelo a la cintura. Somos el animal. Otras, planos secuencia que elevan el pánico y lo vuelven real. Y todo, como un elaborado regalo, envuelto con su banda sonora. Simple, compleja, fundamental. El alma de un tiburón o los susurros en agua y sal, nos llegan entre tonos y corcheas.
Considerada una de las mejores películas de la historia del cine y ganadora de 3 merecidos Oscars (Montaje, Música y Sonido), «Tiburón» (1975) se ha convertido por si sola en película de culto. Guste más o menos no hay duda. Un fenómeno social para toda una generación.
Dónde ver «Tiburón»
Pocos son los que no la han visto pero hay muchos que acuden temporalmente a ella. Tanto si eres de los primeros o los segundos, estás de suerte. Tenemos «Tiburón» (1975) en plataformas. Puedes disfrutarla en Filmin, Movistar+ y Skyshowtime.