Perros de paja es la primera incursión de Sam Peckinpah fuera del género western, pero hay un elemento que no abandona, la extrema violencia de las imágenes, rasgo que hizo que la crítica de la época lo apodara como “Sangriento Sam”.
Precedido de dos excelentes largometrajes: La balada de Cable Hogue (1970) y La pandilla salvaje (1969).
La pandilla salvaje es un ejercicio de sangre a raudales donde un grupo de forajidos ultiman sus armas para sobrevivir en un mundo que los deja atrás. Western crepuscular, uno de los primeros, habla de honor, desarraigo y traición.
En cambio, La balada de Cable Hogue es un contrapunto, menos violento y hasta tragicómico, en respuesta de los llamados “espaguetti-western”. Otra historia de perdedores que se inscribe dentro de la corriente crepuscular.
La violencia como recurso fílmico
Sam Peckinpah fue el primero en instaurar la violencia como recurso a explotar, de manera realista y descarnada, muchos años antes de que Quentin Tarantino nos sorprendiera con otro enfoque paródico de los malos, introduciendo un humor ácido para incluso hacer reír al espectador frente a chorros de sangre y muertes violentas.
Nos referimos a Perros de la calle (1992), no es casual la semejanza de nombre con la cinta de Peckinpah, y por supuesto a la ganadora de Cannes, Pulp Fiction (1994).
Las imágenes de Tarantino muestran situaciones sangrientas que lo emparentan con el cine de terror, aunque el cariz estereotipado de los personajes expresa el simulacro que lo distancia de Peckinpah. Ambos, en todo caso, sustentan la acción en guiones bien concebidos, es claro que Peckinpah fue un referente obligado de Tarantino.
Xenofobia, machismo y misoginia
Existe cierta misoginia en los filmes de Sam Peckinpah, cuestión obvia en Perros de paja, donde la co-protagonista Susan George es víctima de una violación extremadamente ambigua, que en estos días del Me-Too contra el acoso y abuso sexual, jamás podría haberse llevado a cabo. El otro personaje femenino es aún más extremo y se ofrece a cualquiera que se le cruce.
Lo sexual detonará los actos salvajes de los hombres de la campiña inglesa, unos vagos que pasan el tiempo bebiendo cerveza y que apenas ven llegar a David Sumner al pueblo, lo desprecian como afuerino y ostentan una fuerte xenofobia.

Dustin Hoffman, en un excelente rol, es un astrofísico que viene huyendo de todo lo que encierra la guerra de Vietnam. Pretende trabajar en sus investigaciones y su esposa Amy está celosa debido a que David no le presta atención.
Sumner es un machista, algo pusilánime, le cuesta tomar decisiones ante una cuadrilla de trabajadores, incluso uno de ellos ha vulnerado su dormitorio. David no los echa a tiempo y uno de ellos se propasará con Amy y otro la sodomizará, la brutalidad de las imágenes reflejadas en el rostro de la actriz.
El detonante del conflicto
El retrasado del pueblo, seducido por la otra chica, se asustará de los hombres que lo buscan y sin darse cuenta le romperá el cuello.
El mismo grupo de violadores ahora van tras el deficiente mental, unos hipócritas que llenan de sospechas al padre de la muchacha. Huirá entre la niebla y Sumner lo atropellará y lo llevará a casa. Allá llegará el grupo de rufianes y Amy querrá que David lo entregue para que lo linchen.

El cobarde de Sumner, cuyo actuar dubitativo propició la violación de su esposa, ahora quiere defender el hogar y permitir al retardado salvar con vida. Los hombres disparan sus armas e intentan ingresar por todos los medios.
Una a una se suceden las muertes y Sumner logra afrontar a los invasores, ya sea porque se matan entre ellos o porque Amy le dispara al último.
El estilo de Sam Peckinpah
Peckinpah permite la inmersión del espectador en estas peleas, mediante un ágil uso de la cámara, close-ups, planos inclinados, a los que suma un extraordinario uso de la cámara lenta para enmarcar la violencia. Es un montaje crispado, de planos y contraplanos breves, la música de Jerry Fielding muy incidental y uso de los silencios como contrapunto.
Lo más logrado de Perros de paja es la atmósfera de tensión “in crescendo” desde la llegada al pueblo. Los malos son un tanto maniqueos, extremadamente malos, y sus caras expresan la rabia y la tendencia hacia actos deleznables.

La tensión se expresa de muchas formas. Existe dentro del matrimonio, entre los lugareños y los advenedizos, incluso hay tensión contra el juez y contra el predicador.
La violencia como último recurso
Hay un relato paralelo entre la cacería de David y la violación de Amy. Cuando estos perpetradores asolan la casa, David nunca se entera de la vejación, pero de todas formas estaba siendo violentado por los hombres y ahora está dispuesto a luchar contra ellos.
De la tensión inicial se pasa a la violencia extrema como única forma de mitigar esas energías primitivas, esa pulsión contra el extranjero y contra las mujeres. Las andanadas desde fuera de la casa darán paso al ingreso de los intrusos, convirtiendo a las dependencias y la escalera en un campo de batalla.
El final es abierto, queda claro que Sumner ya no es el mismo. La violencia era la única respuesta contra la maldad de esos hombres y si antes le importaba su carrera como científico, ahora sabe que hay cosas más importantes que lo definen.
Ficha técnica
Título original: Straw Dogs
Año: 1971
Duración: 113 minutos
Producción: Reino Unido
Dirección: Sam Peckinpah
Guion: David Zelag Goodman, San Peckinpah (Novela: Gordon Williams)
Reparto: Dustin Hoffman, Susan George, David Warner, Peter Vaughan, T.P. McKenna, Del Henney, Sally Thomsett
Música: Jerry Fielding
Fotografía: John Coquillon
Género: Drama / Violencia / Película de culto
Calificación de «Perros de paja»: 8/10