Existen películas únicas en su especie, películas que percibimos como obras maestras instantáneas, pero existen otras, más extrañas, que lo son un segundo después de terminarlas. Harakiri (1962) pertenece a esta segunda categoría; Kobayashi articula una obra de tal perfección formal y temática, que cuanto más tiempo pasa desde su visionado, más redonda e inevitable se siente.
Precisión y denuncia
La película del nipón es una de las mejores y más feroces críticas al poder institucional. Su guion es una demolición metódica de la hipocresía que acompaña al poder, y de cómo este puede pervertir cualquier código, incluso el de un samurái. De esta forma se expone cómo el ritual se instrumentaliza, convirtiéndose en un arma para hacer del honor una virtud baladí, una fachada que sirve, a su vez, como herramienta de opresión.
Narrativamente, es difícil hablar de una estructura «perfecta», ya que el montaje se siente como la única estructura posible. Con el paso del tiempo entiendas que esta historia no podía contarse de mejor forma. Es un thriller filosófico que, a pesar de un ritmo calmado, resulta profundamente entretenido. Kobayashi maneja el suspense y las dosis de entretenimiento con maestría absoluta, logrando que el drama de época, denso y reflexivo, mantenga todo su cuerpo hasta el último instante.
La geometría de la opresión
A nivel técnico es uno de los mejores trabajos de la historia del cine. El nipón consigue ser único en su especie y dar la sensación de que el mérito recae por completo en su buen hacer, incluso por encima de un excelente director de fotografía. Y es que, lo que se ve no es «objetivamente majestuoso» en el sentido de grandes paisajes, sino que es la composición de las escenas lo que logra impresionar. Simplemente con la colocación de cada personaje o con cada sutil pero medido movimiento de cámara, Kobayashi logra transmitir su mensaje, mostrando una habilidad reservada para los mejores.
El rostro de la dignidad
Toda esta reflexión filosófica reposa sobre el rostro de Tatsuya Nakadai. Su interpretación es el paisaje moral de la película. Estamos delante de la encarnación de un hombre que ya no tiene nada que perder, un hombre que únicamente se mueve por una dignidad que choca contra un mundo de mentiras. Su decepción con el sistema es la motivación de la propia película.
El peso de la realidad
Harakiri (1962) es una obra maestra. Es la demostración de que la reflexión en el cine puede ser entretenida. Su conclusión sobre cómo el poder institucional reacciona ante sus actos es tan desoladora como terriblemente realista. Pocas veces la perfección formal ha servido a un propósito universalmente relevante.
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Ficha Técnica
Título original: Seppuku (Harakiri)
Año: 1962
Duración: 133 min.
País: Japón
Director: Masaki Kobayashi
Guion: Shinobu Hashimoto
Reparto: Tatsuya Nakadai, Akira Ishihama, Shima Iwashita, Masao Mishima, Kei Sato, Yoshio Inaba
Género: Drama, Siglo XVI, Japón feudal, Samuráis, Película de culto
Calificación: 10/10








