El tiempo es un juez inmisericorde, especialmente cuando se esfuma la expectación propia del evento cinematográfico. Revivir esta obra por tercera vez, en la intimidad del hogar y lejos de la euforia colectiva del patio de butacas, revela las sospechas que emergieron tras su segundo visionado. Lo que en un inicio se sintió como una genialidad transgresora, hoy, bajo la luz fría de un análisis reposado, destapa las costuras de un artificio que no soporta una segunda mirada.

Cimientos endebles

La sustancia (2024) se fractura en su propia base fundacional al plantear una paradoja que anula la motivación de su protagonista. El guion vende la promesa de una «mejor versión», pero la mecánica interna de la trama traiciona el deseo inicial de nuestra protagonista: ella anhela recuperar la vivencia del éxito, sentir de nuevo los focos, pero el pacto que firma ofrece lo contrario, la ausencia. Solamente existe una usurpación vital donde el sujeto inicial se apaga para que otro disfrute. Es un absurdo existencial, ya que es lo contrario a lo que Elisabeth quiere y a lo que cualquiera querría, pues nadie entregaría su vida por una gloria que, por definición, ni siquiera va a poder recordar.

A esta incoherencia interna justificada por muchos se suma una sátira social de trazo grueso que prefiere la trampa emocional al análisis real. Fargeat simplifica la cruel lógica del relevo generacional inherente a la industria del fitness, caricaturizando a la figura de Dennis Quaid hasta convertirlo en un villano de opereta. Es una salida fácil para teledirigir al espectador sin profundizar en el problema. Esta falta de matices se extiende a la construcción de todo personaje masculino; al apostar por el arquetipo plano (el depredador o el pelele), la cinta renuncia a cualquier hálito de complejidad para entregarse a la vanidad de su mensaje, lo cual le resta mordiente y verosimilitud a su propia denuncia. Esta pretende mostrar una realidad caricaturizando a la mitad de la población, dando como resultado un ejercicio tan mediocre como facilón.

Si y no, Coralie

Sin embargo, a cada uno lo suyo: la película regala secuencias de una potencia cinematográfica innegable, logrando un halo de espectacularidad que atrapa. Y es que, técnicamente es un portento; estamos delante de una dirección de arte cuidada que es capaz de crear una atmósfera texturizada, por momentos satisfactoria y por momentos grotesca. Aun así, la directora francesa parece no encontrar el equilibrio y nos regala un tercer acto insultante que culmina en una escena final que no tiene defensa posible: un festival de excesos que pretende buscar un shock insustancial que afea una experiencia visual anterior más que satisfactoria.

Dupla excelsa

Si La sustancia (2024) se mantiene en pie, además de por su meritorio apartado visual (hasta su escena final), es única y exclusivamente por sus dos protagonistas. Demi Moore ofrece una interpretación valiente, arriesgada y capaz de mantener una química notable con una Margaret Qualley que aporta una energía física y mental magnética. Ambas están escalones por encima del material que defienden, inyectando humanidad y tragedia a unos personajes que, sobre el papel, son meros vehículos para la tesis de la directora.

Narrativamente fallida

Estamos delante de un envoltorio brillante que esconde una narrativa yerma. Es una obra que confunde el volumen con la música y la caricatura con la crítica. Pasado el impacto inicial, La sustancia (2024) es una visión tan simplista que no sólo banaliza su tema, sino que termina instrumentalizando una herida femenina real como coartada moral para camuflar sus defectos y propulsar su propio éxito.

¿Dónde ver La sustancia?

Streaming: Filmin, Movistar+

Ficha Técnica

Título original: The Substance

Año: 2024

Duración: 140 min.

País: Inglaterra

Director: Coralie Fargeat

Guion: Coralie Fargeat

Reparto: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid, Gore Abrams, Tom Morton, Tiffany Hofstetter

Género: Terror, Thriller, Ciencia Ficción, Body Horror

Calificación: 5/10