Después de consagrarse como la mejor película del año según la Academia, he decidido volver a ver Anora para comprobar si me había perdido algo o si mi percepción sobre una película que me pareció solamente correcta estaba equivocada y realmente merecía el Óscar a Mejor Película por encima de trabajos como la inexpugnable Dune: Parte 2 (2024) o la sobrecogedora The Brutalist (2024).
El oro no oculta las grietas
En este segundo visionado, no es que me haya parecido mejor o peor, es que me he percatado de que mi valoración inicial estaba lejos de la realidad que he vislumbrado al volver a verla. Anora (2024) tiene más problemas de los que pensaba, y más aún al verla por segunda vez.
Y es que los detonantes de este cambio de opinión han sido dos: el principal, las propias declaraciones de Sean Baker, donde explica qué quiere conseguir con el personaje que desarrolla Mikey Madison; y, en segundo lugar, un artículo de una trabajadora sexual que critica ferozmente la visión edulcorada del director estadounidense.
Mucha Mikey, poca Ani
Uno de los grandes problemas que tengo con la cinta es su falta de profundidad. Es decir, no conozco a Ani. Baker quiere desestigmatizar a este colectivo, pero no me da un background medianamente decente; se limita a proyectar, con una estética lograda, una visión edulcorada mediante un efectismo cómico que entretiene, pero que no ayuda a dar el significado que pretende.
Por otro lado, la cinta no se molesta en dar una perspectiva cruda sobre la vida de Anora como trabajadora sexual; solo hay que ver su relación con su chulo o el escaso/nulo sentimiento de peligro hacia la protagonista cuando llega la familia del oligarca ruso.
Toda esta mezcla entre la comedia y el drama, entre el absurdo de las situaciones y las pequeñas dosis de realidad, deja a una Ani condenada a una tristeza que nunca se llega a desarrollar con la profundidad que podrías esperar de un director tan curtido en este terreno.
Y es que lo peor llega con la madre de Vanya, que resulta ser el villano de la historia: ni el chulo, ni los clientes, ni los matones, ni el inmaduro de Vanya, no; el villano de una historia de estas características, que pretende dar luz a un mundo tan turbio, es alguien ajeno a ese mundo.
Todo esto nos lleva a una escena final que impacta por su efectismo y yuxtaposición, pero que, teniendo en cuenta toda la cinta, resulta tramposa por su sentimentalismo poco o nada trabajado.
Una carcasa llena de purpurina
Si bien es cierto que, a nivel narrativo, me ha parecido eminentemente fallida, a nivel visual sigo alabando el trabajo de un Sean Baker que demuestra su innegable talento para confeccionar un estilo visual soberbio, pero que, por desgracia, no se siente acompañado de una narrativa sólida.
Mikey Madison y el elenco que la acompaña siguen estando increíbles, a pesar de la planitud de sus personajes y de que en muchas ocasiones caigan en clichés ajenos a la cantidad de reconocimiento recibido.
Una de las peores Mejores Películas
Todo esto hace que, en esencia, Anora me parezca fallida a nivel reivindicativo y que, en consecuencia, se convierta en uno de los Óscar a Mejor Película más débiles de este siglo.